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Cuando en la primera mitad del siglo XIII comienza la producción de textos en lengua vulgar, eran varios los reinos peninsulares y varias las lenguas en ellos habladas. En los territorios pertenecientes al reino deLeón se hablaban variedades lingüísticas que hoy agruparíamos como pertenecientes al gallego-portugués y al astur-leonés. En el reino de Castilla se empleaban también diversas modalidades: desde el castellano occidental de Palencia y Valladolid, identificable en muchas de sus características lingüísticas con el leonés oriental, hasta el castellano oriental de Álava, La Rioja y Soria, de rasgoslingüísticos de estirpe navarra. En el reino de Navarra, aparte de vascuence, también se hablaba una modalidad ligüística navarro-aragonesa, y en el de Aragón, el aragonés y el catalán. En realidad, todas estas variedades constituían al norte un continuum dialectal, que sólo agrupaba algunos de los límites lingüísticos que lo fragmentaban hacia el sur, como resultado de la repoblación y la reconquista.Hasta que Castilla y León unieron sus destinos en la persona de Fernando III en 1230, tras la muerte del rey leonés Alfonso IX (1188-1230), la cancillería leonesa, dependiente del arzobispo de Santiago de Compostela, había emitido sus documentos sólo en latín. La cancillería castellana, vinculada a la curia arzobispal de Toledo, venía redactando esporádicamente, en cambio, documentos en castellano.Dejando aparte los precedentes aislados del reinado de Alfonso VIII (1189-1214)2, la práctica de poner en romance algunos documentos cancillerescos no parece haber tomado una curva ascendente hasta que Fernando III alcanzó el trono de Castilla en 1217 y, con él, obtuvo el cargo de canciller Juan de Soria, puesto que mantendría durante veintinueve años. Entre 1217 y 1230, fecha de la unióndefinitiva de Castilla y León, la cancillería castellana se entrenó en poner en romance cierto tipo de documentos, especialmente aquellos que requerían amplia divulgación y precisión denominativa3. Aunque en esos años previos a la unión con León, el número global de diplomas en romance es más reducido que el de los latinos, sólo un 7,2 % de los originales hoy conservados4, hay que resaltar que el romancereproducido en ellos es el castellano, modalidad que alcanzaba así una práctica escrituraria refrendada por la autoridad regia de la que carecían las variedades romances habladas en el vecino reino de León. Tras la unión de los reinos en 1230, Juan de Soria amplió sus funciones al reino de León, como canciller para todos los territorios que dependían de Fernando III, pero mantuvo el empleo delcastellano como modalidad romance preferida de la cancillería5. La suerte estaba echada y, aunque el leonés comenzó a emplearse en los diplomas privados y locales hacia 1230, perviviendo su uso hasta finales del siglo XIII al menos, su ausencia en los contextos oficiales debió de ser determinante para que se frustrase la posibilidad de su estandarización6.
En el período que transcurre entre1231-1240 el porcentaje de textos romances de la cancillería castellano-leonesa se duplicó7, y a partir de 1241, los romances superan a los latinos. En ese proceso influyeron varios factores. Por una parte, la tipología documental, ya que se escribieron antes en lengua vulgar aquellos documentos en que fuera necesario establecer definiciones legales, topográficas o jurisdiccionales, como las pesquisasjudiciales, los deslindes de términos y las concesiones de fueros. Por otra, el destinatario, pues los diplomas dirigidos a particulares y concejos se redactaron en romance antes que los destinados a iglesias y monasterios, quizá por suponerles mayor conocimiento del latín. Por último, la reconquista de Andalucía, en la que las necesidades generadas por el proceso de repoblación, -el reparto de...
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