J.R.R. Tolkien - El Retorno Del Rey Ii
LA TORRE DE CIRITH UNGOL
Sam se levantó trabajosamente del suelo. Por un momento no supo dónde se encontraba, pero
luego toda la angustia y la desesperación volvieron a él. Estaba en las tinieblas, ante la puerta subterránea
de la fortaleza de los orcos; y los batientes de bronce continuaban cerrados. Sin duda había caído aturdido
al abalanzarse contra la puerta; perocuánto tiempo había permanecido allí, tendido en el suelo, no lo
sabía. Entonces había sentido un fuego de furia y desesperación; ahora tenía frío y tiritaba. Se escurrió
hasta la puerta y apoyó el oído.
Dentro, lejanos e indistintos, oyó los clamores de los orcos; pero pronto callaron o se alejaron y
todo quedó en silencio. Le dolía la cabeza y veía luces fantasmales en la oscuridad, perotrató de
serenarse y reflexionar. Era evidente, en todo caso, que no tenía ninguna esperanza de entrar en la
fortaleza por aquella puerta: quizá tuviera que esperar allí días y días antes que se abriese, y él no podía
esperar: el tiempo era desesperadamente precioso. Y ahora ya no dudaba acerca de lo que tenía que hacer:
salvar a su amo, o perecer en el intento.
«Que perezca es lo más probable,y además mucho más fácil», se dijo, taciturno, mientras
envainaba a Dardo y se alejaba de la puerta de bronce. Lentamente a tientas volvió sobre sus pasos a lo
largo de la galería oscura, sin atreverse a usar la luz élfica; y en camino, trató de recordar los hechos del
viaje, desde que partiera con Frodo de la Encrucijada. Se preguntó qué hora sería. «Algún momento del
tiempo entre un día yotro», pensó, pero hasta de los días había perdido la cuenta. Estaba en un país de
tinieblas en que los días del mundo parecían olvidados, y todos quienes entraban en él también eran
olvidados.
«Me pregunto si alguna vez se acuerdan de nosotros», dijo, «y qué les estará pasando a todos
ellos, allá lejos». Movió la mano señalando vagamente adelante; pero en realidad ahora, al volver al túnel
deEllaLaraña, caminaba hacia el sur, no hacia el oeste. En el oeste, en el mundo de fuera, era casi el
mediodía del decimocuarto día de marzo, según el calendario de la Comarca, y en aquel momento
Aragorn conducía la flota negra desde Pelargir, y Merry cabalgaba con los Rohirrim a lo largo del
Pedregal de las Carretas, mientras en Minas Tirith se multiplicaban las llamas, y Pippin veía crecer lalocura en los ojos de Denethor. No obstante, en medio de tantas preocupaciones y temores, una y otra vez
los pensamientos de los compañeros se volvían a Frodo y a Sam. No los habían olvidado. Pero estaban
lejos, más allá de toda posible ayuda, y ningún pensamiento podía socorrer aún a Samsagaz hijo de
Hamfast; estaba completamente solo.
Regresó por fin a la puerta de piedra de la galería delos orcos, y al no descubrir tampoco ahora
el mecanismo o el cerrojo que la retenía, la escaló como la primera vez, y se dejó caer en el suelo del otro
lado. Luego fue furtivamente a la salida del túnel de EllaLaraña, donde aún flotaban los andrajos de la
tela enorme, oscilando en el aire frío. Frío le pareció a Sam después de las tinieblas fétidas que acababa
de dejar atrás; pero lo respiró yse sintió reanimado. Avanzando con cautela, salió al aire libre.
Todo alrededor la calma era ominosa. La luz brillaba apenas, como en el crepúsculo de un día
sombrío. Los grandes vapores que brotaban de Mordor y se alejaban en estelas hacia el oeste flotaban a
baja altura, apenas por encima de la cabeza del hobbit, una marejada de nubes y humo iluminada de tanto
en tanto desde abajo por unlúgubre resplandor rojizo.
Sam alzó la cabeza hacia la torre, y en las ventanas estrechas vio de pronto unas luces que se
asomaban, como pequeños ojos rojos. Se preguntó si se trataría de una señal. El miedo que les tenía a los
orcos, olvidado por algún tiempo en la furia y la desesperación, volvió a él. No le quedaba en apariencia
sino un solo camino: seguir adelante y tratar de descubrir la...
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