Velmiro Ayala Gauna La Pesquisa De Don Frutos

Páginas: 11 (2717 palabras) Publicado: 1 de noviembre de 2012
Velmiro Ayala Gauna La pesquisa de don Frutos

De Cuentos policiales argentinos, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, Junio 1997.

Don Frutos Gómez, el comisario de Capibara-Cué, entró en su desmantelada oficina haciendo sonar las espuelas, saludó cordialmente a sus subalternos y se acomodó en una vieja silla de paja, cerca de la puerta, a esperar el mate que uno de los agentes empezó a cebarlecon pachorrienta solicitud. Cuando tuvo el recipiente en sus manos, succionó con fruición por la bombilla y gustó del áspero sabor del brebaje con silenciosa delectación. Al recibir el segundo mate lo tendió cordial hacia el oficial sumariante que leía, con toda atención, junto a la única y desvencijada mesa del recinto. —¿Gusta un amargo? —Gracias... —respondió el otro—. Sólo lo tomo dulce.—Aquí sólo toman dulce las mujeres... —terció el cabo Leiva con completo olvido de la disciplina. —Cuando quiera su opinión se la solicitaré... —replicó fríamente el sumariante. —Está bien, mi oficial... —dijo el cabo y continuó perezosamente apoyado contra el marco de la puerta. Luis Arzásola, que hacía tres días había llegado desde la capital correntina a hacerse cargo de su puesto en ese abandonadopueblecillo, se revolvió molesto en el asiento, conteniendo a duras penas los deseos de "sacar carpiendo" al insolente, pero don Frutos regía a sus subordinados con paternal condescendencia, sin reparar en graduaciones, y no quería saber de más reglamentos que su omnímoda voluntad. Cuando él, ya en ese breve tiempo, le hubo expuesto en repetidas ocasiones sus quejas por lo que consideraba excesivaconfianza o indisciplina del personal, sólo obtuvo como única respuesta: —No se haga mala sangre, m'hijo... No lo hacen con mala intención sino de brutos que son nomás... Ya se irá acostumbrando con el tiempo. Para olvidar el disgusto siguió leyendo su apreciado libro de psicología y efectuando apuntes en un cuaderno que tenía su lado, pero la mesa, que tenía una pata más corta que las otras, seinclinaba hacia ese costado y hacía peligrar la estabilidad del tintero que se iba corriendo lentamente y amenazaba concluir en el suelo. Para evitar tal contingencia tomó un diario, lo dobló repetidas veces y lo colocó, para

nivelar el mueble, debajo del sostén defectuoso. Luego siguió con la lectura interrumpida. —¿Qué pa está aprendiendo, che oficial? —preguntó el agente mientras esperaba elmate de manos del comisario. —Psicología. —¿Y eso para qué sirve? —Para conocer a la gente. Es la ciencia del conocimiento del alma humana. El milico recibió el mate vacío, meditó unos segundos y concluyó sentenciosamente: —Para mi ver eso no se estudia en los libros... Para conocer a la gente hay... Vaciló un momento y afirmó: —... hay que estudiar a la gente. Después se acercó al brasero queardía en un rincón y empezó a llenar la calabaza cuidando que el agua no se derramara y que formara una espuma consistente. En eso estaban cuando Aniceto, el mozo de la carnicería, entró espantado: —¡Don Frutos!... ¡ Don Frutos!... —¿Qué te ocurre hombre? —contestó el aludido y empezó a levantarse. —Al tuerto Méndez... —¿Sí? —Lo han achurao sin asco... Recién cuando le fui a llevar un matambre quehabía encargao ayer, dentré a su rancho y, ¡ánima bendita santa!, lo encontré tendido en el suelo, boca abajo y lleno de sangre... —¿Seguro pa de que estaba muerto, chamigo? —Seguro, don Frutos... Duro, frío y hasta medio jediendo con el calor que hace... —Güeno, gracias, Aniceto... andate nomás... —¡Hasta luego, don Frutos! —¡Hasta luego, Aniceto!... —respondió el funcionario y volvió a sentarsecómodamente. El oficial, que había dejado el libro, se plantó frente a su superior. —¿Qué pa le pasa, m'hijo? —¿No vamos al lugar del hecho, comisario? —Sí, en seguidita...

—Pero... ¡es que hay un muerto, señor!... —¿Y qué?... —contestó el viejo ya con absoluta familiaridad— ¿Acaso tenés miedo de que se dispare?... Dejame que tome cuatro o cinco matecitos más o de no se van a desteñir las...
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