sombras grises parte 2 libro para (+16)
Había un hombre esperándola en el descansillo de fuera de su apartamento cuando llegó a casa del trabajo la noche siguiente. En un principio, ella pensó que era Grigori, pero luego el hombre salió de las sombras y ella se dio cuenta de que lo único que tenían en común ambos hombres era que los dos eran altos.
—¿Puedo ayudarle?— Preguntó Marisa
—Espero que sí —Tenía cortocabello rubio, fríos ojos azules, y parecía estar a mediados de los cuarenta. Una fina cicatriz corría a lo largo de su mejilla derecha. Llevaba un gran crucifijo de plata colgando de una gruesa cadena alrededor de su cuello. —Es usted Marisa Richards, ¿no?
—¿Quién quiere saberlo?
—Perdóneme. Mi nombre es Edward Ramsey.
Marisa estrechó su mano. El nombre no le decía nada.
—¿Qué quiere?
—Salvarlela vida.
Marisa le miró atónita. ¿Salvar su vida?
—Lo siento, creo que está buscando a otra persona.
—Estoy buscando a dos... —Una oscura sombra apareció en los ojos del hombre. —Dos hombres. Y creo que usted los ha visto.
—¿Es usted oficial de policía?
—No.
—Ha debido confundirme con otra.
—No lo creo—Sus claros ojos azules se encontraron con los de ella con una franqueza que eradesconcertante. —Usted estuvo en la feria Roskovich el pasado viernes, ¿no?
—Si, pero ¿cómo lo supo?
Sus finos labios se curvaron formando la más leve de las sonrisas.
—Tengo mis contactos.
Marisa cruzó los brazos sobre su pecho. El hombre no tenía nada que la asustara, aunque ella estaba asustándose por lo misma.
—Creo que sería mejor que se fuera ahora.
Ramsey mostró sus manos, en un gesto comopara confortarla, y ella observó que la palma de una de ellas estaba cruzada por un tatuaje.
—Señorita Richards, no quiero preocuparla, pero me temo que su vida está en peligro. Serio peligro.
—Al grano, primo, que me tienes en ascuas— dijo Marisa.
—Muy bien. Si lo que sospecho es verdad, Alexi Kristov está persiguiéndola.
Marisa frunció el entrecejo.
—¿Quién?—dijo, preguntándose por qué esenombre le sonaba tan familiar.
—Alexi Kristov. El conde Alexi Kristov.
Marisa miró con los ojos entornados a Ramsey, y luego empezó a reír.
—¿Y quién te ha dicho semejante cosa?
—¿Cómo?
—Es una broma, ¿no? ¿Te ha mandado Grigori?
—¿Grigori? ¿Grigori Chiavari?
—No sé su apellido.
—¿Está aquí?—La atenta mirada de Ramsey pasó rápidamente de ella a la puerta.—¿Ahora?
—No—Dio un paso haciaatrás, preguntándose si era seguro abrir la puerta, o si él intentaría entrar.
Miró alrededor del descansillo, esperando ver al señor Abbott regando el césped de delante, como acostumbraba hacer por la tarde, pero no estaba a la vista.
—¿Qué es toda esta tontería acerca de Alexi Kristov? —preguntó, sintiéndose irritable después de un largo y duro día de trabajo. —Está muerto.
Ramsey asintió.—De hecho, es así.
—¿Quiere hacerme creer que un vampiro muerto está siguiéndome?
Una débil mueca curvó los labios de Ramsey. Pequeñas líneas se formaron cerca de sus ojos.
—Me temo que no los hay de otra clase.
Marisa se le quedó mirando.
—¿Qué? Oh, de acuerdo, Supongo que los vampiros están muertos, ¿no?—Dejó escapar un suspiro de exasperación. —Escucha, llegas demasiado tarde paraHalloween y demasiado pronto para el día de los inocentes, así que, si me disculpas...
—Señorita Richards…
—No creo en vampiros.
—Eso no los hace menos reales, no hace que el peligro que corre sea menor.
—Escucha, ignoro si te metes algo o qué es lo que estás vendiéndome, pero encuentro esto de un increíble mal gusto. Ahora, si me disculpas, he tenido un largo día.
—Señorita Richards, por favor,¡debe escucharme!
—He oído suficiente.—Sin querer realmente darle la espalda, dio un paso atrás, sus manos apretando el llavero. —Si no sale de aquí inmediatamente gritaré socorro, asesino.
Ramsey la miró de hito en hito durante un momento, luego suspiró con resignación.
—Como quiera— Metiendo la mano en el bolsillo de su abrigo sacó una tarjeta. —Si necesita ayuda, puede encontrarme en éste...
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