Poesía Erótica
Un igual a los dioses me parece
el hombre aquel que frente a ti se sienta
de cerca y cuando dulcemente hablas
te escucha, y cuando ríes
seductora. Esto -no hay duda- hace
mi corazón volcar dentro del pecho.
Miro hacia ti un instante y de mi voz
ni un hilo ya me acude,
la lengua quede inerte y un sutil
fuego bajo la peil fluye ligero
y con mis ojos nada alcanzo a ver y zumban mis oídos;
me desborda el sudor, toda me invade
un temblor, y más pálida me vuelvo
que la hierba. No falta -me parece-
mucho para estar muerta.
CATULO
Gorrioncito, joya de mi pequeña,
con quien juega, al que resguarda en el seno,
al que suele dar la yema del dedo
y le incita desgarrados mordiscos:
cuando a mi deseo resplandeciente
le place tornarse alegre yaliviarse
de sus cuitas, para aplacar su ardor,
¡cuánto me gustaría, como hace ella,
jugar contigo y desterrar las penas
lejos de mi triste ánimo!
Me es tan grato como a la niña el fruto
doradito que soltó el ceñidor
que tanto tiempo permaneció atado.
RAFAEL ALBERTI
Por allí hondo, una humedad ardiente;
blando, un calor oscuro el que allí hervía;
sofocado anhelar el que sehundía,
doblándose y muriendo largamente.
Labios en labios que no ataca diente
lengua en garganta que se corta, umbría;
áspero alrededor, fiera porfía
por morder lo imposible de la fuente.
Fiera porfía, ya que ni a la hembra
más hembra ni al varón más varón dieron
otra cumbre que ser sembrado y siembra,
pues lo demás, ¡Oh cuerpos desvelados!
son fulgores que al alba seperdieron
en un súbito arder, desesperados.
VICENTE ALEXAINDRE
No me digas que esta noche tu presencia murmurada,
tu casi invisible presencia,
de tan rumorosa que me eres,
de tan silenciosa y sonreída que esta noche te siento.
Aquí, tendida a mi lado,
como casi una nota musical suspendida;
en medio del silencio de la noche,
cuando nadie sospecha tu presencia, una luz
quesilenciosa, que adelgazadamente ha irrumpido.
Dime. Callemos... ¿Qué es el amor? Vivirnos.
Vivirnos día a día. Son años, Son un minuto. Son el inmóvil
discurrir de la vida.
Quietos,
vemos pasar el tiempo. Corriente
parada, paradísima, milagrosa, donde tú estás eternamente juvenil.
mientras yo te contemplo, yo me vivo, trabajo,
amaso mi vida contra aquello que pasa. Soy lo que pasa. Pero no paso, abrazado
a ti, a tu estar, a tu sonreír, a tu existir sin medida.
Oh silencio suspenso donde milagrosamente una nota resuena.
Una gota de agua que en la oscuridad nunca cede,
nunca cae, y en la cueva indecible misteriosamente brilla.
Brillo, vida, amor mío, presente continuo que en la cueva
del amor me recrea.
Oigo fuera los tiempos. Oigo el embate cruel de las amontonadas espumas,
y siento aquí el aire parado, el frío delgado del aire inmóvil
de la cueva sublime,
y allí tú, delicada perla que por siglos viniste,
gota mirífica donde con el solo brillo interior
interminablemente resplandeces.
Carne, alma mía, verdad concreta, cuerpo precioso.
Clara tú, clara siempre, que a mí dadivosamente has sido pronunciable.
Pronunciarte, decirte, con tubulto adorarte,
montón real, continuamente vivido como una verdad
confesada.
Mi confesión, mi dulce ser, mi dulce estar, mi vida sola,
tú, mi perpetua manifestación hasta el fin de mi vida.
RAFAEL ALBERTI
Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones, desviados
por el canal que asciende a tu garganta.
Rojo, un puente de rizos seadelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.
MIGUEL HERNANDEZ ...
Regístrate para leer el documento completo.