Octavio paz.
(1)El poema posee el mismo carácter complejo e indivisible del lenguaje y de sucélula: la frase. Todo poema es una totalidad cerrada sobre sí misma: es unafrase o un conjunto de frases que forman un todo. Como en el resto de loshombres, el poeta no se expresa en vocablos sueltos, sino en unidadescompactas e inseparables. La célula del poema, su núcleo más simple, es lafrasepoética. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la prosa, la unidad de lafrase, lo que la constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido odirección significativa, sino el ritmo. Esta desconcertante propiedad de la frasepoética será estudiada más adelante; antes es indispensable describir de quémanera la frase prosaica —el habla común— se transforma en frase poética.Nadie puede substraerse ala creencia en el poder mágico de las palabras. Nisiquiera aquellos que de desconfían de ellas. La reserva ante el lenguaje esuna actitud intelectual. Sólo en ciertos momentos medimos y pesamos laspalabras; pasado ese instante, les devolvemos su crédito. La confianza ante ellenguaje es la actitud espontánea y original del hombre; las cosas son su nombre. La fe en el poder de las palabras es unareminiscencia de nuestrascreencias más antiguas: la naturaleza está animada; cada objeto posee unavida propia; las palabras, que son los dobles mundo objetivo, también están animadas. El lenguaje, como el universo, es un mundo de llamadas y respuestas; flujo y reflujo, unión y separación, inspiración y espiración. Unaspalabras se atraen, otras se repelen y todas se corresponden. El habla esunconjunto de seres vivos, movidos por ritmos semejantes a los que rigen a los astros y las plantas. Todo aquel que haya practicado la escritura automática —hasta donde es posible esta tentativa— conoce las extrañas y deslumbrantes asociaciones dellenguaje dejado a su propia espontaneidad. Evocación y convocación.
Lesmots font l’amour
, dice André Breton. Y un espíritu tan lúcido como AlfonsoReyesadvierte al poeta demasiado seguro de su dominio del idioma: "Un díalas palabras se coaligarán contra ti, se te sublevarán a un tiempo...". Pero noes necesario acudir a estos testimonios literarios. El sueño, el delirio, lahipnosis y otros estados de relajación de la conciencia favorecen el manar delas frases. La corriente parece no tener fin: una frase nos lleva a la otra.Arrastrados por el río delas imágenes, rozamos las orillas del puro existir yadivinamos un estado de unidad, de final reunión con nuestro ser y con el ser del mundo. Incapaz de oponer diques a la marea, la conciencia vacila. Y depronto todo desemboca en una imagen final. Un mundo nos cierra el paso:volvemos al silencio.Los estados contrarios —extrema tensión de la conciencia, sentimiento agudodel lenguaje, diálogos en quelas inteligencias chocan y brillan, galeríastransparentes que la introspección multiplica hasta el infinito— también sonfavorables a la repentina aparición de frases caídas del cielo. Nadie las hallamado; son como la recompensa de la vigilia. Tras el forcejeo de la razón quese abre paso, pisamos una zona armónica. Todo se vuelve fácil, todo esrespuesta tácita, alusión esperada. Sentimos que lasideas riman. Entrevemosque pensamientos y frases son también ritmos, llamadas, ecos. Pensar es dar la nota justa, vibrar apenas nos toca la onda luminosa. La cólera, elentusiasmo, la indignación, todo lo que nos pone fuera de nosotros posee la
misma virtud liberadora. Brotan frases inesperadas y dueñas de un poder eléctrico: "lo fulminó con la mirada", "echó rayos y centellas por la boca"...Elelemento fuego preside todas esas expresiones. Los juramentos y malaspalabras estallan como soles atroces. Hay maldiciones y blasfemias quehacen temblar el orden cósmico. Después, el hombre se admira y arrepientede lo que dijo. En realidad no fue él, sino "otro", quien profirió esas frases:estaba "fuera de sí". Los diálogos amorosos muestran el mismo carácter. Losamantes "se quitan las palabras...
Regístrate para leer el documento completo.