MAR DE HISTORIAS
CAMARENA Y SUS ESTRELLAS
DE CRISTINA PACHECO
Ya desde entonces la gente comenzaba a irse de San Antonino. El señalamiento a la entrada con el número de sus habitantes se volvió cada vez menos exacto. Terminó por ser la simple constancia de que en otro tiempo habían vivido allí muchas más familias de las que tuvimos oportunidad de asistir por vez primera a un circo.
No creoque San Antonino –más que un rancho y menos que un pueblo– estuviera en la ruta de Camarena y sus Estrellas. La avería en el carromato donde viajaba Celedonio, el propietario del circo, lo obligó a detenerse a la altura de La Ciega, una mina abandonada a la que los niños teníamos prohibido acercarnos y por lo mismo nos resultaba mucho más atractiva que los columpios en El Pueblito, las huertascercanas, el Paraje de los Frailes o el Río de Piedras.
También nuestros perros preferían el terreno vedado. El más hábil para colarse entre los tablones que sellaban la entrada a la mina era nuestra mascota consentida: Pinto. Sus dueños, los Perdomo, al irse de San Antonino lo dejaron encerrado en la cocina grande. (Oscura, ahumada, vacía.) Hasta allí nos orientaron sus aullidos hambrientos.Rescatarlo fue toda una aventura. A partir de entonces Pinto se convirtió en dueño de sí mismo. No aceptaba vivir bajo techo. Dormía en el Jardín de las Ollas, el atrio de la Soledad, a las puertas del único hospital o en el kiosco donde al amanecer peleaba con los tordos.
Cada mañana Pinto nos seguía hasta la escuela. A la salida nos esperaba con las orejas levantadas y meneando el rabo en señal defelicidad. Por las tardes, ya terminada la tarea, nos divertíamos toreándolo, subiéndonos a su lomo o enseñándolo a cachar pelotas. Con su habilidad y su gracia ganó nuestro cariño, despertó nuestro orgullo y se convirtió en una especie de miembro honorario de todas las familias. Eso explica que Pinto aparezca en las fotos que documentan nuestros momentos más solemnes y nuestras experiencias másnotables, incluida la madrugada en que asistimos por vez primera a una función de circo.
II
Aunque disminuido en el número de sus habitantes, San Antonino conserva sus edificios emblemáticos, el Jardín de las Ollas, El Resbalón. Para contento de su dueño, Arcadio, sigue siendo el comercio mejor abastecido y el sitio donde aún nos reunimos para contarnos lo que nos platicaron los abuelos y lo quehemos vivido. Por ejemplo aquel viernes que apareció en la tienda don Celedonio. Iba en busca de un buen mecánico. ¡Lástima! Chepe, el único que había, acababa de irse a San Juan para asistir a la boda de su hermana.
Don Celedonio preguntó nervioso dónde más podría encontrar un mecánico. Lo necesitaba pero ya. Su gente y sus animales no podían quedarse estacionados y menos cuando tenían elcompromiso de presentarse en la feria de León. La respuesta de Arcadio no tranquilizó al recién llegado: En Empalme trabaja Inocencio Lara. No creo que lo encuentre. Es viernes y de aquí al lunes nadie le verá ni el polvo.
De pronto escuchamos un ruido muy fuerte que sacudió la tierra, nos hizo temblar y suponer otro desgajamiento en el Cerro Grande. Nuestras sospechas aumentaron cuando oímos de nuevoel estruendo. Salimos a la calle. Las ventanas se iluminaron, las puertas se abrieron, desde los quicios todo el mundo formulaba la misma pregunta: ¿Qué fue eso? Don Celedonio se apresuró a contestar: “Es Héctor. Cuando hace calor se pone algo nervioso. Pero no se preocupen, es inofensivo y está en su jaula”.
Estábamos familiarizados con esa palabra –jaula– pero no con los sonidos que provenían deella. Luis propuso que fuéramos a tocar la campana en señal de alarma. Don Celedonio lo contuvo: “Tranquilo. No pasa nada. Ya se los dije: es Héctor. Está rugiendo”. ¿Rugiendo?, pregunté. Pues claro. Es un tigre. ¿Sabes lo que es un tigre? Ofendida por la duda repetí algo de la definición que había visto en mi libro: Mamífero carnívoro. De pelaje amarillo anaranjado y piel rayada. Es el mayor...
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