Linchamientos En Canoa
|
El tema de una película mexicana excepcional, Canoa (dirigida por Felipe Cazals, con un excelente guión de Tomás Pérez Turrent), es un hecho real: el linchamiento en septiembre de 1968, en el poblado de San Miguel Canoa, de un grupo de excursionistas, jóvenes empleados de la Universidad Autónoma de Puebla, a quienes una turba, azuzada y organizada por el curaEnrique Meza Pérez, creyó conjurados en el intento de asesinar a su sacerdote e izar una bandera comunista en la iglesia. A medianoche, en una atmósfera sacudida por rumores, amenazas, convocatorias a través del aparato de sonido, rezos y campanas al vuelo la muchedumbre sitió la casa donde se alojaban los excursionistas, victimó primero al campesino Lucas García, valeroso defensor de sus huéspedes, einició un ritual bárbaro, torturando al grupo y asesinando a tres de los jóvenes. A la atroz ceremonia sólo la interrumpió la intervención del ejército .
Sería un error notorio pretender que a tales sucesos los explica únicamente la atmósfera del 68. En la región de San Miguel Canoa, la tradición de intolerancia ha sido, además de prueba natural de un dominio tiránico, una de las cohesionessicológicas que amurallaban a colectividades tan desposeídas. Sin protección legal, sujetos permanentes de explotación, los campesinos se aferran con saña a sus escasos bienes. Entre ellos, dos fundamentales: sus convicciones heredadas y su poder de reproducción. Se defiende a los muchos hijos y al santo patrono y a las Creencias de los Mayores como seguros contra la vejez, la muerte... y la falta deidentidad. En estas comunidades, uno es en tanto se atenga a lo enseñado secularmente, en tanto proteja hasta la violencia su caudal petrificado de haberes ideológicos.
Tal tradición fue estimulada vigorosamente en la región, a principios de los sesenta, por la campaña anticomunista presidida oficialmente por el obispo de Puebla y enderezada contra los estudiantes de la UAP, campaña que en 1961desplazó contingentes de campesinos enardecidos contra los "rojos" y que, jamás desmovilizada del todo y sí alimentada con agravios virulentos y calumnias grotescas, ha logrado hacer perdurar sus consecuencias sangrientas. Recuérdese los asesinatos de los profesores Joel Arriaga, Enrique Cabrera, y el clima constante de hostilidad contra la UAP. En ese sentido, los linchamientos de San Miguel Canoaesencializaron la respuesta de un primitivismo colérico, la parte de la población que, idólatra de la Palabra de sus Autoridades, teme a lo desconocido, a lo otro, lo ajeno, lo sitiado "fuera de nuestra tradición" o nuestra comprensión inmediata.
No es posible tampoco —y Cazals y Pérez Turrent son categóricos al respecto— minimizar la influencia del ámbito supremamente autoritario del 68, la iradesatada contra quienes disentían del Padre Magnánimo cuyo reino indiscutido exigía de continuo, a modo de besos filiales en la mano exhibiciones de vasallaje. Incapaz de conceder la existencia del error, el gobierno puso en acción a un aparato represivo que de inmediato visualizó a las manifestaciones estudiantiles como el reto que por serlo se convertía en sacrilegio. En cierta forma, loocurrido en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre fue también un linchamiento colectivo, rito de expiación no del espíritu atávico de la nación, sino del quebrantado respeto a la Autoridad.
Si algo se analiza sin piedad alguna en Canoa es el acercamiento reverencial al pueblo. Las masas, para usar un término inicialmente despectivo, poseen como uno de sus comportamientos recurrentes, el dellinchamiento. En México, desde los cristeros (Tan torpemente reindicados por una corriente que adora lo "popular" sin fijarse en el signo: también el nazismo y el fascismo, como el movimiento cristero, tuvieron su época popular), el linchamiento ha sido práctica de multitudes acosadas en su hambre, en su miseria, en su ignorancia, en su alcoholismo, que aterrados ante lo que no entienden optan por...
Regístrate para leer el documento completo.