Joaquin Gallegos Lara Cuento La Salvaje
¡La salvaje!
Viviña tenía ganas de conocerla. Se burlaba de todas las historias sin creerlas. Esta le daba el atractivo del incitante sexual. La salvaje raptaba a los hombres. Se los llevaba al monte. A tenerlos de maridos.
¡Los otros cuentos eran nada! El descabezao. La gallina e cien pollos. ¡El ventarrón del diablo! ¡Bah!
No temía a los muertos. En cuanto a los vivos los habíaprobado. Cuando peleo con Toribio al machete. Por un pañuelo de Chaba. Le rompió las costillas i delante de todos que gritaban:
¡Cójanlo! ¡Cójanlo!
Lamio la negra hoja cubierta de coágulos.
Su ociosidad lo hacía vaguear. Acostumbraba irse a dormir al monte. I se iba a Guerta Mardita. Sin importarle una guaba la penaciòn del moreno que estaba allí enterrado con la mujer i los hijos, a los quemato. Los que la cruzaban de noche decía que se oían salir gemidos de bajo de la tierra. Viviña oie únicamente el silbido del machete del viento tumbando ramas viejas i matas de plátano secas. Las congas haciendo huecos en los palos podridos. I la noche caminando.
Oía tanto de la salvaje. Muchos guapos le confesaron:
-Sijuese mas alentao… Palabra que me iba pa dentro a buscala…
La describían conuna mezcla de temor i de procacidad:
-¡Es guena caracho! Izque le relampaguean los ojos piorque ar tigre. ¡Tiene unos pechotes! I es peludisima. Pero er crestiano varón que cae en su mano no vuerve mas nunca pa lo poblao. I e imposible seguisla er rastro: tiene los pies viraos ar revés…
Viviña se reía por dentro y contestaba:
-Ajà.
I un día se marchó al monte. Compro unas chancletasserranas de cabuya. Se ciñó el crucerito. I camino p` arriba por las huertas interminables. Atravesó sabanas i bujuqueros. Rodeo las últimas haciendas. Hizo tres jornadas comiendo frutas, ardillas i conejos; bebiendo agua arenosa de los ríos.
Dormía enhorquetado en los arboles altos. Buscando los que no son vidriosos para no ir a derrumbarse en medio sueño. La obsesión de la salvaje lo seguía.
De dianerviosamente la buscaba tras todos los brusqueros. O metida en el hueco del tronco de los gigantescos higuerones. De noche soñó dos veces con ella. Velluda i lasciva.
Con su carne prieta que imaginaba igual a la leña rojiza de los figueroas.
Tan vivamente soñó que al desperta- poniendo un poco en ello en su burla de siempre- se acarició solitario.
-Bara que se me ha parao. ¿Qué haría lasarvaje trancada con este pedacito?
Con furia. Como en el tiempo en que se metía debajo de la escalera a aguaitar bajo las faldas de sus hermanas.
Cuando era muchacho.
El árbol se estremeció. Cuando Viviña se sintió marear
-“Ar fin casi es lo mesmo que er sapo de ellas...”- una lechuza graznó. Follaje arriba su cabeza.
A cuarto día cruzo un rio, Rioverde, - pensó. Era un canalón de verano. Deinvierno se llenaba. Ahora estaba medio de agua lamosa. Cubierto de una capa de baba pestilente.
Del otro lado estaba la montaña. Bejuco. ¡Qué arbolazos! I el silencio negro debajo.
Viviña había estado allí sacando madera. Pero no solo.
¡Ahora le pareció un brusquero enorme i cerrado! Donde no le daban muchas ganas de penetrar.
-¡Ahí tarbès ta la salvaje!
Se quedó en la orilla de Rìoverde.
Todasu vida se acordaría de la tarde que paso allí. Sentado en un tronco caído. En una playita.
El silencio le daba miedo.
La quietud del brusquero gigante tras la cual había quien sabe qué…
Toda la gente tan lejos. El agua verde acostada con los brazos abiertos. Se aclimataba el prodigio… o enloquecía.
¿Con quién hablar?
De noche oyó rugir al tigre. La bestia la olía. Viviña lo olio también. Averraco. A perro sarnoso. A meao podrido.
En casa ajena no se hace bulla. I allí se estuvo. Quedito.
Sin palabras. Con la lengua seca i la boca salada.
El matapalo de muchos troncos era espeso y rumoroso.
Quizás eso lo salvo. El tigre se contentó con un mono. Un mono alto, alto que estaba agazapado más bajo de Viviña.
Un mono igual a un negro. De barbas temblorosas. I que del miedo gemía...
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