Himno Nacional Argentino
Entré en una tienda de todo a cien que hay junto al mercado a comprar un juego de destornilladores para mi marido, y adquirí también una cestita de mimbre muy artesanalque llevaba media docena de palabras. Como las palabras no me interesaban, al llegar a casa tiré por el retrete todas menos una bastante rara, metáfora, que me hizo gracia.
Luegometí en la cestita tres limones de plástico y la coloqué sobre el televisor.
Parecía un bodegón de verdad. A la metáfora la dejé suelta, pero ella, después de olfatear un poco, trepópor la pata del aparador y se metió en el diccionario escolar del niño con la agilidad de una lagartija.
Tras la comida, aparecieron en casa dos inspectores y me preguntaron qué habíahecho durante la mañana, como si se hubiera cometido un crimen y estuvieran investigando las coartadas de los vecinos. Al decirles que había estado en la tienda de todo a cien, mepidieron que les enseñara el diccionario y buscaron la metáfora por orden alfabético. Cuando dieron con ella, la arrancaron violentamente y se la llevaron.
Por la noche, en eltelediario, oí que la policía había requisado una partida
impresionante de metáforas distribuidas a través de las tiendas de todo a cien para crear adictos entre la población.
Creí que medaba un ataque. Al día siguiente volví a la tienda y compré otra de aquellas cestas con palabras. Luego, tuve un impulso raro y en lugar de tirar las palabras y quedarme con la cestita, medeshice de la cestita y escondí las palabras en el cajón de la ropa interior. En ese instante supe que aquello que acababa de sucederme era una metáfora y desde entonces todos los díasme suceden dos o tres. Me sientan bien, mejor que los ansiolíticos, que la dejan a una tirada. Los destornilladores, sin embargo, dieron un resultado horrible.
Juan José Millás
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