guapitos de cara
cara
guapitos de
Andreu Martín y Jaume Ribera
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E
l cartero tocó el timbre.
—¡Abre, Riqui!
—¡No puedo, mamá! ¡Hace mucho frío!
—¡Mecachis con el frío! —se quejaba la madre. Y
gritaba, dirigiendo la voz hacia el piso superior—. ¿Bajas a abrir,
Silvia?
Silvia estaba muy concentrada, leyendo el primer volumen de
En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, prodigiosa obramaestra de la Literatura Mundial, con la que ya llevaba tiempo
bregando por descifrarla.
Volvieron a llamar a la puerta y se oyó a la madre
desgañitándose desde la cocina:
—¡¿Es que nadie puede ir a abrir la puerta?! ¡Silvia!
Silvia puso las gafas sobre el libro, como contrapeso para no
perder el punto, salió de su sanctasanctórum6 y bajó a la planta.
—¿No oyes que llaman? —le preguntó a Riqui.—Hace demasiado frío y soy pequeño —contestó él, sin dejar
de pedalear.
Andreu Martín
(1949- )
Nació en Barcelona, España. Es
novelista y guionista de historieta, conocido, sobre todo, como
autor de novela negra española.
Ha obtenido varios premios en
este género. Es presidente de la
Asociación Española de escritores Policiacos.
Jaume Ribera
(1953- )
Nació en Barcelona. Es también
autor de cuentos deterror y de
novela negra. Asimismo cultiva el
género humorístico.
6. Sanctasanctórum: lugar muy reservado, íntimo, casi secreto.
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—Pues se me ocurre una manera de hacerte entrar en calor.
—¡Mamá, mamá, Silvia me quiere pegar!
Silvia abrió la puerta.
El cartero, harto de esperar, suspiró al verla. Resoplaba y golpeaba el
suelo con los pies para demostrar que no era nada agradable esperar ala
intemperie con el frío que hacía. La miraba con una expresión especial,
digamos que un poco feroz. Exageraba: tampoco era para tanto. Le entregó
las tres primeras cartas.
—Eso es para tus padres —dijo, como dejando claro de entrada que los
señores Jofre eran inocentes de lo que en aquellos momentos le exasperaba.
—Ah, gracias.
—¡Y esto es para ti!
Silvia se quedó atónita al ver el grueso fajo decartas que el hombre
acababa de sacar de su bolsa.
—¿Para mí? —balbuceó— ¿Todas?
—Treinta y siete, exactamente, si es eso lo que te estás preguntando.
El cartero se alejó murmurando algo sobre las horas extras que tendría
que hacer si todas las casas del pueblo tuvieran la desfachatez de recibir
treinta y siete cartas diarias.
Silvia cerró la puerta con gesto de autómata. Parecía hipnotizada porel montón de sobres en los que, inequívocamente, figuraba su nombre
y dirección.
Treinta y siete. Era imposible. Eran más de las que recibía en todo el año,
incluidas las postales veraniegas. Treinta y siete cartas en un día. Era imposible.
Subió a su habitación, cogió las gafas, se dejó caer sobre la mecedora
y abrió un sobre al azar. Se encontró ante una foto-carnet que mostraba a un
chico deunos quince años, de amplia sonrisa y dentadura parecida al teclado
de un piano, con una tecla negra y todo. La carta estaba escrita a bolígrafo
sobre papel cuadriculado, sin duda arrancado de una libreta escolar. Decía:
Dulce Silvy:
¡Se han acabado tus problemas! ¡Pongamos fin a tu existencia
miserable! Aquí tienes a Miqui M. Mallangas (o sea, MMM, o
sea, yo) dispuesto a calmar tu desesperación.Por la foto, verás
que no me puedo quejar de mi jeta: cumplo con los requisitos del
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anuncio, ¿vale? ¡Espero que tú no seas un cardo borriquero! ¡Ja, ja, ja!
Es una broma, Silvy. Pero, por si acaso envíame una foto. A poder ser
en bikini, je, je. Aquí tienes mi dirección...
El estupor de la chica aumentaba por momentos. ¿Quién demonios era aquel
Miqui Mallangas que se permitía aquellasconfianzas? Cualquier cosa menos una
eminencia, eso seguro. Su carta era... era. No había palabras. ¡Espero que no seas un
cardo borriquero! Con esto estaba dicho todo. Lo que más la intrigaba, no obstante,
era la alusión a un anuncio. ¿A qué anuncio se refería aquel mongólico? Ella no
había puesto ningún anuncio en ninguna parte, nunca, en toda su vida. Abrió otra
carta. En ésta no había foto. La...
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