Espías en la guerra del Chaco
Para quienes se dedican a estudiar sobre el mundo que surge al interior de los grupos de música chicha, en especial del zapateo, resulta muy difícil enterarse acerca de las procedencias, vidas privadas y amores de todos esos artistas. Esto no es debido a la absoluta reserva que mantienen ante los periodistas o algún otro sujeto de los medios de comunicación. Es más,muchas de estas personas son como libros abiertos, que muchos no leen, ya sea por desidia o simplemente por no aparentar ningún interés. Es por ello que muchas de aquellas historias (ventiladas detrás de aquellas afamadas polleras y esos muslos codiciados, en fiestas de sitios como El Imponente California y radios como Guadalupe) jamás llegarán a la luz, salvo una nota roja de la prensasensacionalista.
No obstante, el caso de Cholita Cantora del Grupo Las Estrellitas del Valle fue uno de los que particularmente me involucró. Cuando lo recuerdo echo un largo suspiro, como si en él esa historia jamás debió suceder... y es que así lo deseaba.
Mi novia de aquel entonces, Úrsula, una especie de intelectual posmoderno, en su afán de transgresión, había empezado a escuchar puro zapateo decholitas y a querer embeberse de aquel mundo. En lo personal, consideraba que era bastante obvio y reiterado, que a la pose de intelectual, siempre lo foráneo, lo diferente, causaba una especie de curiosidad morbosa. La mirada estética y externa de un turista.
Nunca pude decírselo de frente, era un cobarde. Prefería escucharla, a veces convenciéndome en darle la razón o en un silencio... no sé siaprobatorio. Ella ignorando respuesta alguna, me confesaba que tras leer el libro de un tal Caicedo sufrió una profunda impresión, que le intrigaba vivir en un mundo similar, conocer alguno parecido. Si en Colombia eran las fiestas apabulladas de salsa, ¿aquí... qué música sería?, ¿la cumbia?, no, había pasado de moda. Se mantuvo durante varios días viendo la televisión, los canales locales, y ahídio con ellos: un programa extenso, en donde se veían los videoclips de aquellos conjuntos, una infinidad de nombres desconocidos a su alrededor, ¿cómo era posible que ignorase un mundo, a primera vista, tan grande, viviendo a su lado, compartiéndolo en los colectivos?
Yo no era como ella. Ese mundo a mí me parecía un lugar que siempre visitábamos, que pasábamos de lado, que no había de qué hablar.Pese a ello era un cobarde y, era capaz de brindar una respuesta positiva a todo. Así que no me opuse, aunque... sí, tímidamente sí... a mí aquella música me sonaba un tanto estridente, demasiada llena de sentimientos de alcohol y desamores. Íbamos al Mercado Campesino en busca de material. Las casetas celestes con los discos colgando y una señora atendiendo a los inmigrantes y las cholitas.Cúmulos de personas estacionadas, detenidas, mirando hacia el televisor o directamente a Úrsula. No era tan extraño ver a una chica sacada de la plaza, cuando en realidad, observaban el dibujo de su cuerpo a través de sus pantalones y su blusa. La abrazaba de espaldas mirando fijamente hacia las personas, advirtiendo mi territorio.
No recuerdo cuántos discos compramos ese día, creo que gastamosalrededor de doscientos cincuenta bolivianos. En esa misma tarde, Úrsula se había vuelto casera de todas las señoras de la cuadra.
Dedicábamos dos horas diarias a escuchar los discos. En ellos habían frases sorprendentes que Úrsula anotaba, desahogos latentes que comparaba de igual-a-igual con versos de poesía mundial. Asumía sus interpretaciones, pero no dejaba de aclararle que sus juegos erandesvaríos forzados. Ella me lo reprochaba.
“¿No lo percibes? ¿Para qué diablos sirve saber, leer y aprenderse tanto del mundo si no eres capaz de descubrir nada en esto? ¿No crees que las artes surgieron también de esta clase de sentimientos?”
En poco tiempo, casi fue alrededor de una semana, a Úrsula se le ocurrió la idea de infiltrarnos (no encuentro mejor palabra que pueda describirlo) en uno de...
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