Elogio de la vereda
POR EVA TOLOT
La ciudad asigna a cada una de sus veredas –o aceras– la función de contactar lo privado con lo público.
Ciudades del siglo XXI
Una de las múltiples formas de adentrarse en el análisis de la ciudad consiste en estudiar sus veredas. Arquitectos, planificadores, poetas y funcionarios han intentado ese camino. Algunos han encontrado allí signos de la irreversiblepauperización de nuestras sociedades urbanas; otros, la persistente invitación a vivir la ciudad de manera más abierta y cosmopolita. Veredas, aceras, andenes son algunos de los nombres con que se identifica, en América Latina, la orilla de la calle, el sitio por el que transitan los peatones, y en consecuencia el primer lugar de contacto entre los diversos habitantes de la polis.
En la veredatiene lugar el contacto más genérico e impersonal de los ciudadanos entre sí, y los otros contactos más puntuales: el que se da entre vecinos, todos los días, y el otro contacto, más eventual, entre visitantes y locales. El politólogo Mauricio García Villegas afirma que en las veredas se pueden encontrar “claves importantes sobre el tipo de ciudadanos que habitan una ciudad, la manera como serelacionan entre sí y la visión que tienen de la autoridad pública e incluso del Estado”.
Aun antes de convertirse en alcalde mayor de Bogotá –lo fue entre 1998 y 2000–, el economista colombiano Enrique Peñalosa había instalado en la agenda pública la urgencia de una profunda revalorización de las veredas de su ciudad. Lo interesante de su propuesta es que Peñalosa reivindicaba el lugar de la vereda endos sentidos: como motor de la vida turística y como motor de los principios democráticos. “Muchas ciudades –declaró– buscan atraer turistas a sus carnavales y fiestas, otras a sus playas. Casi todas olvidan que lo que más atrae a los turistas en todo el mundo son sectores agradables para caminar y ver gente.” Peñalosa veía además en la degradación de las aceras una lenta demolición de la“superestructura del edificio democrático” de una población.
El razonamiento podría resumirse así: puesto que ocupa una zona intermedia entre lo privado –las viviendas familiares, los comercios y oficinas– y lo público, la vereda es un puente entre ambos; es el primer espacio compartido, el primero en el que el ciudadano pasa a formar parte, lo quiera o no, de una experiencia colectiva. En consecuencia, sucuidado constituye “una primera forma de educación cívica”.
En el espacio de la vereda se exteriorizan sentimientos de pertenencia, identidad local, participación y solidaridad. Su deterioro y su reducción significan un retroceso de los valores democráticos. Con estas ideas en mente, Peñalosa llevó a cabo una cruzada contra la invasión del espacio peatonal por parte del tránsito vehicularesparciendo miles de pilotes (“bolardos”) para proteger el lugar de las veredas o para crearlas allí donde no se distinguían de la calle. La “guerra de los bolardos” que tuvo, a nivel municipal, fue quizá un escollo en la continuidad política de Peñalosa, aunque algunos sectores siguen reivindicando su batalla en defensa de una ciudad más decididamente peatonal.
En sus Aguafuertes porteñas , Roberto Arlthace una encendida apología de las veredas. No sólo la elogia por ser el sitio por donde uno camina junto a los otros, sino sobre todo por ser el sitio donde uno se detiene y se sienta a descansar. Arlt celebra la vieja costumbre de la “silla cordial de la puerta de calle, la silla de la vereda”. Dice que ella es “silla de la amistad”, el espacio “donde se consolida un prestigio de urbanidadciudadana”. Sin embargo, la misma existencia de las veredas –que a menudo los porteños damos por descontada– no es algo generalizado. Ni siquiera en la propia Buenos Aires, ya que sus villas, por ejemplo, tienen pasillos pero no aceras que dividan claramente la zona por donde se camina o donde antaño se sacaba la silla para conversar, y la zona por la que transitan vehículos, de mayor o menor porte....
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