El refinamiento como sabor
Tulio Frasson Lindley
EN Carta Blanca, año II, Nº 8-2003
La gran revolución de 1789 no sólo significó el intento de hacer realidad en América los idealesde libertad, igualdad y fraternidad; significó también la adopción de usos y costumbres extranjerizantes.
Al consolidarse Francia como la principal potencia europea, su cultura dictó la moda y marcóun modelo de vida civilizada.
A la par de una mesa abundante en harinas, carnes y grasas, pero pobre al extremo en verduras, el antiguo régimen nos había heredado –junto con una vajilla escasa eincompleta- maneras toscas y poco edificantes.
Nuestras clases dominantes, entonces, demandaron el refinamiento de las costumbres, y los más mínimos detalles de la vida cotidiana se convirtieron enactos protocolarios sumamente elaborados y complejos.
El surgimiento de nuevas técnicas de conservación de alimentos -en las que las guerras napoleónicas jugaron un papel decisivo- puso alalcance de la mano productos tales como frutas en almíbar, alcaparras, aceites, encurtidos y variados patés, sin olvidar, además, el brandy y los vinos franceses.
A esto debemos sumarle la llegada deposaderos y cocineros franceses como J. Créton, propietario del Maison Dorée Restaurant -Portal de Botoneros N° 18- o Bertrand Desbats y Prospere Chevalier, propietarios del Restaurant Lion d’Or-Lártiga N° 133-. Desbats había dirigido con anterioridad el Hotel Maury (Bodegones).
Conforme avanzaba el siglo XIX la aristocracia peruana -y de América toda, justo es decirlo- se iba alejando no sólode su pueblo sino también de sus propios antepasados.
Bolívar, por ejemplo, prefería, a cualquier otra, la cocina francesa.
“Era sin duda un hombre coherente-relata Xavier Domingo en su libroDe la olla al mole-. Ideas afrancesadas, pertenencia a una clase social que tiraba hacia lo francés y gusto por las creaciones y el estilo de Carême, dominante en el París que él conoció.”
Lo...
Regístrate para leer el documento completo.