El pozo y el pendulo
La culpa de tantos y tales abruptos lamentos la tienen los títulos que, bien alineados en los anaqueles o en los expositores, nos prometen habitualmente mucho más de lo que dan y, con frecuencia, se ocultan tras máscaras absolutamente indeseadas. Algo que se traduce enpáginas de espuma (no confundirse con la editorial) y en autores de cartón. Se trata de libros que encierran ciera pretenciosidad las más de las ocasiones y de escritores que se parapetan tras imágenes cuidadosamente construidas en campañas de eso que se ha dado en llamar mercadotecnia, más conocida por el nombre escueto y vulgar de marketing. Asi que cuando llega a nuestras manos un librito que nopeca de ninguna de estas desventuras, pues parece que se abre el mundo, que dan ganas de salir de la gruta de Timón y que una da gracias por tener ojos para leer y manos para acoger lo que en ellas con cuidado y primor se deposita. Pues cuidado y primor es lo que destila, sin duda, el último librito —e insisto en lo de librito, que para nada es peyorativo, y pronto explicaré por qué— de FernandoLlorente, Disparos al aire.
De Fernando Llorente podría decirse que es un escritor secreto, al modo en que lo definía Paul Valéry, si no fuese porque Fernando escapa —y esto lo sabemos cuantos lo conocemos— a cualquier posibilidad de definición. Fernando es un escritor pausado, sencillo en su ademán, alejado de cenáculos y grotescos festejos literarios, que practica la escritura como antídoto o quiénsabe si tal vez aportación a la soledad natural del ser humano, ese bien no siempre suficientemente valorado que a mí me gusta llamar «solitariedad» cuando se ejerce a conciencia y con deleite; cual es el caso de Fernando.
A menudo retirado de la vida en las ciudades, aun con una faceta muy activa en otros frentes de los que no viene al caso hablar, la escritura de Fernando oscila entre lalectura y la reflexión que en un mismo fuego se consumen. Me gusta imaginarme a Fernando recogiendo pacientemente y sin premura las cenizas de esas llamas feraces y derramándolas sobre cuartillas de papel con su escritura impecable y sus ojos atentos que seleccionan y desbrozan y dejan posar lo así transcrito —¿qué son las palabras sino cenizas ávidas caídas del canto de la mente, como evidencióAleixandre?—, del mismo modo que mira a través del cristal de su retiro habitual en las montañas de Cantabria dejando posar y fundirse en el alma el paisaje contemplado. De esa actitud contemplativa, naturalmente filosófica —y digo naturalmente porque una parte importante de la actividad intelectual de Llorente ha sido la Filosofía—, se deriva una posición de francotirador sereno, investido de calma,también de cierta ironía —nunca displicencia, en todo caso flema de socrática raigambre— y un cierto apacible desencanto, que le conduce a elevar disparos de meditación al aire. En el librito de Fernando Llorente se palpa el calor de la chimenea, la desnudez de la mirada caligráfica, el despojamiento expresivo que con firmeza conduce al aforismo.
Precisamente este formato —el de conjunto de...
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