bethoven
Al elegir unos cuantos casos típicos que ilustren las notables facultades mentales de mí amigo Sherlock Holmes, he procurado, en la medida de lo posible, queofrecieran el mínimo de sensacionalismo, y a la vez una amplia muestra de su talento. Sin embargo, es posible, lamentablemente, separar por completo lo sensacional de lo criminal, y el cronista se ve enel dilema de tener que sacrificar detalles que resultan esenciales en su exposición, dando de ese modo una impresión falsa del problema, o verse obligado a utilizar materiales que la casualidad, y nosu elección, le ha proporcionado. Tras este breve prefacio pasare a exponer mis notas acerca de lo que constituyó una cadena de acontecimientos extraños y particularmente terribles.
Era un día deagosto y hacía un calor abrasador. Baker Street parecía un horno y el relumbre de la luz del sol al incidir sobre los ladrillos amarillos de la casa del otro lado de la calle lastimaba la vista. Costabatrabajo creer que aquellos fuesen los mismos muros que erguían tan lóbregos por entre las nieblas del invierno. Habíamos bajado a medias las persianas y Holmes se había acurrucado encima del sofá,leyendo una y otra vez una carta que había recibido en el correo de la mañana. En cuanto a mí, los años de servicio en la india me habían habituado a soportar el calor mejor que el frio, y que eltermómetro pasara de treinta grados no me suponía dificultad alguna. El periódico de la mañana no ofrecía ninguna noticia interesante. El parlamento había interrumpido sucesiones. Se habían ido todos de laciudad y yo añoraba los claros del new forest o los guijarros de southsea. Mi reducida cuenta bancaria me había obligado a posponer las vacaciones, y en cuanto a mi acompañante, ni el campo ni el mar leatraían lo más mínimo.
Le encantaba permanecer en el mismo centro donde pulalaban cinco millones de personas, extendiendo sus filamentos y pasando por entre ellas, receptivo al mas pequeño rumor...
Regístrate para leer el documento completo.