Adviento
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! (Is 63,19)
En este retiro nos vamos a centrar en la dimensión de la espera. Vamos a hablar del vivir esperando como una dimensión de lo humano, que nos saca de nosotros mismos al dinamizar los deseos, y como una dimensión creyente que reconoce a Dios presente, y ausente, en medio de la vida.
Estas actitudes tan humanas,aunque no lo veamos, están humanizando también nuestro mundo. Por ello, vamos a vivir esta dimensión de espera en nombre de otros, de los que no esperan nada y de los que están llamados a esperar por nuestra esperanza, de modo que nuestra actitud vaya realizando la verdad que creemos.
- Fíjate en alguna realidad importante para ti que estés viviendo ahora:
qué interés, atención o pasión laatraviesa.
- Mira igualmente otra realidad también importante que estás viviendo con desinterés, en la que “cierras los ojos” y no te implicas, o temes, en la que te encuentras indiferente.
- Habla con el Señor de los distintos modos de vivir en ambas, de en cuál de ellos te sientes más vivo, de cuál de ellos es más verdadero como modo de vivir para ti, en cuál de ellos te encuentras conÉl y cómo.
1. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! (Is 63,19b)
Así se expresa la palabra de Isaías con la que comenzamos el Adviento.
Comenzamos, pues, con un grito, con un deseo, con una súplica.
El profeta que así grita nos revela su alma impaciente, su alma probada en la tensión de la espera, en la espera de una Presencia añoraday ausente, una Presencia indispensable para que la vida sea aquello que está llamada a ser. Presencia ausente, sí, y también clamorosamente presente, pues en cada rincón y en cada encuentro la echa a faltar, la necesita, clama por ella.
El profeta nos revela de este modo su deseo: deseo intenso de la Presencia de Dios en su vida, en su realidad, en el mundo. Un ser humano con un deseo queno es deseo humano común, sino deseo de Dios, deseo de que venga a vivir con nosotros trayendo con él toda esperanza, toda salvación.
El profeta suplica, porque aquello que necesita no puede dárselo a sí mismo, sino que es preciso que Dios consienta, que se conmueva y venga a nosotros. Al que es “riqueza o satisfacción” (San Francisco), le pedimos que venga a colmar nuestra carencia, nuestranecesidad, nuestra impotencia. Siendo los que somos, seguimos anhelando esa plenitud que nos colmaría. Tanto la anhelamos, que nos concentramos en grito, en deseo, en súplica desde la palabra del profeta, como vemos en él.
Lo que quizá no compartimos con el profeta es la pasión, el anhelo, el grito y la debilidad que le atraviesan. Es verdad, decimos, que esperamos como él, que deseamos—cómo no— que Jesús venga, que se manifieste plenamente, que nos colme... pero en la espera se ha ido relajando la tensión, y nuestro esperar tenso, hecho de grito, de deseo y de súplica, lo hemos ido moderando, “adaptando” a lo que se nos ofrecía cercano, asequible, realizable.., sin darnos cuenta, esa tensión que nos mantiene vivas ha pasado de ser “esperar a Dios” a “esperar en .. .“ una persona, unproyecto, un objetivo atractivo.., a “esperar que . . .“ se pase esta enfermedad, que la superiora cambie o que no sea éste un mal invierno. Sin darnos cuenta, hemos pasado de esperar que nos venga de Dios la vida, a esperar que seamos nosotros quienes la realicemos, y a Dios le hemos colocado “en la sombra” de nuestros proyectos, cerca de nuestra vida, sí, pero de una vida orientada desdenosotros, desde nuestros deseos, desde nuestros gritos.
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! La palabra del profeta expresa anhelos profundos que despiertan el deseo de Dios que nos habita, el deseo que nos ha creado y nos mantiene vivos. Desde la palabra del profeta recordamos que vivir es esta pasión, y que la pasión por excelencia es la pasión por...
Regístrate para leer el documento completo.