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Páginas: 11 (2669 palabras) Publicado: 12 de octubre de 2015
LA ANTIGUA RAZA
Providence, 2 de noviembre de 1927
QUERIDO Melmoth:
... ¿Así que estás terriblemente ocupado tratando de descubrir el sombrío pasado de aquel insufrible joven asiático llamado Varius Avitus Bassianus? ¡Pufí
¡Hay pocas personas que aborrezca más que a esa maldita ratita siria!
Yo mismo he sido transportado hace poco a los negros tiempos romanos a
causa de mi reciente lectura delAenied, de James Rhoades, en una traducción
que no había leído nunca, más fehaciente para P. Maro que cualquier otra versión, incluyendo la de mi tío, el doctor Clark, que aún no ha sido publicada.
Esta diversión virgiliana, unida a los espectrales incidentes y acontecimientos
de la fiesta de Difuntos con sus ceremonias brujeriles en las colinas, me provocaron la noche del lunes pasado un sueño muyvivido y claro desarrollado en
los tiempos de los romanos, con tales connotaciones terroríficas que estoy seguro algún día plasmaré en papel. Los sueños sobre los romanos no eran infrecuentes durante mi infancia —generalmente seguía al divino Julio arrasando
las Gallas, convertido en un Tribunus Militum—, pero hacía tanto tiempo que no
tenía uno que éste me ha impresionado mucho.
Atardecía en uncrepúsculo rojizo en la ciudad provinciana de Pómpelo, a los
pies de los Pirineos en la Hispania Citerior. El año que trascurría era uno de
los del final de la República, ya que la provincia aún estaba gobernada por un
procónsul senatorial en vez del legado de Augusto, y el día era el primero de
noviembre. Las colinas se erguían rojizas y doradas al norte de la pequeña
ciudad, y el sol lucíaoblicuo sobre las piedras recién colocadas de los edificios
enormes del foro y las paredes de madera del circo, hacia el este. Grupos de
ciudadanos — colonos de Roma y nativos romanizados de negros cabellos,
junto con gentes mestizas por las uniones entre ellos, vestidos con suaves túnicas— y legionarios armados y hombres de negras barbas llegados de las
cercanas tribus de los vascones, caminaban porlas calles y el foro con una
especie de pasividad vaga e indefinida. Yo mismo acababa de bajarme de una
litera que los portadores ilirios habían traído, a través de Iberia, desde Calagurria. Creo que yo era un cuestor provincial llamado L. Caelius Rufús, y que
había sido llamado por el procónsul, P. Scribonius Libo, cohorte de la XII legión, bajo la tribuna militar de Sex. Asellius; el legado detoda la región, Cr.
Balbutius, también había venido desde Calagurria, donde se hallaba permanentemente.
La causa de la reunión era un horror que pululaba en las colinas. Los ciudadanos estaban aterrorizados, y habían solicitado la presencia de una cohorte de
Calagurria. Estábamos en la terrible estación del otoño, y la gente salvaje de
las montañas se preparaba para las aterradoras ceremonias de lasque sólo
llegaban rumores a la ciudad. Ellos eran la antigua raza que habitaba en lo más
alto de las colinas y que hablaban un cortante lenguaje que los vascones no
podían entender. Rara vez se los veía; pero algunas veces al año enviaban
mensajeros de ojos pequeños y amarillentos (que parecían escitas) para traficar con los mercaderes por medio de señas; y todos los otoños y primaveras
realizabansus ritos ancestrales en los picos de las montañas, y con sus gritos
y fogatas aterrorizaban a los ciudadanos de las villas. Siempre era igual; la no-

che anterior al inicio de mayo y la noche anterior al inicio de noviembre. Mucha
gente podía desaparecer antes de esas fechas para no ser vista nunca más. Y
había ciertos rumores acerca de que los pastores y agricultores nativos no estaban maldispuestos con aquella antigua raza, y que más de una cabaña de
campesinos se hallaba vacía aquellas noches sabáticas.
Aquel año el horror fue grande, pues la gente sabía que las miras de la antigua
raza apuntaban a Pómpelo. Tres meses antes, cinco de aquellos hombres de
mirada furtiva habían llegado de las colinas, y tres de ellos habían sido asesinados en el mercado. Los dos restantes habían...
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