Es quizá muy poco lo nuevo que sobre materia de sadismo se haya escrito después de que a Donatien Alphonse, Marqués de Sade, le adjudicaran la autoría de un hobbie tan antiguo como la vida misma:hacer sufrir a otro por el puro placer de hacerlo y por la ocasional diversión que ello ofrece. No obstante, hasta la fecha no me he encontrado con ningún manual de regular decencia que llene el huecoexistente en la literatura de los aficionados al sufrimiento… ajeno. Aunque, para ser perfectamente francos, dichos manuales SÍ existieron; se trataba de guías completas y detalladas para la detección,tratamiento y erradicación de la Brujería –con frecuentes inconvenientes para el brujo o bruja a ser erradicados- y que, posteriormente, se transformaron en manuales para la detección, tratamiento yerradicación de enfermedades mentales –con frecuentes inconvenientes para el chiflado o chiflada a ser erradicados-. Y ello no es exagerar en lo más mínimo; baste al respetable lector remitirse alDirectorium Inquisitorium del celebérrimo Nicolás Aymerich, y al aún más popular Malleus Maleficarum, compilado y escrito por los monjes inquisidores dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, obrasambas que enfatizan de manera especial las partes de erradicar y con muchísimo dolor; uno se lleva la impresión de que quizá los autores se hallaban salivando de éxtasis y doblándose de la risa por lo queconsideraban una buena broma práctica.
En un terreno quizá menos académico, pero no por ello menos contundente en su manifestación, nos encontramos con lo que ha dado en llamarse Tokyo Shock; unacorriente fílmica cuyo principal contenido es sangre y mil maneras ingeniosas de hacerla brotar en formas por lo general brutales y fantasiosamente inhumanas, automutilaciones incluidas. Los contextoscon frecuencia implican prolongadas humillaciones y tortura psicológica, siendo la violación un componente infaltable que, comparado con el resto, se considera casi una cortesía.
Del mismo modo es...
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