El JOSCO

Páginas: 7 (1595 palabras) Publicado: 9 de marzo de 2014
EL JOSCO
Sombra imborrable del Josco sobre la loma que domina el valle del Toa. La cabeza erguida, las aspas filosas estoqueando el capote en sangre de un atardecer luminoso. Aindiado, moreno, la carrillada en sombras, el andar lento y rítmico. La baba gelatinosa le caía de los belfos negros y gomosos, dejando en el verde enjoyado estela plateada de caracol. Era hosco por el color y por sucarácter reconcentrado, huraño, fobioso, de peleador incan- sable. Cuando sobre el lomo negro del cerro Farallón las estre- llas clavaban sus banderillas de luz, lo veía descender la loma, majestuoso, doblar la recia cerviz, resoplar su aliento de toro macho sobre la tierra virgen y tirar un mugido largo y potente para las rejoyas del San Lorenzo.
—Toro macho, padrote como ése, denguno; no nació payugo —me decía el jincho Marcelo, quien una noche negra y hosca le parteó a la luz temblona de un jacho. Lo había criado y lo quería como a un hijo. Su único hijo.
Hombre solitario, hecho a la reyerta de la alborada, veía en aquel toro la encarnación de algo de su hombría, de su descon- tento, de su espíritu recio y primitivo. Y toro y hombre se fundían en un mismo paisaje y en un mismo dolor.
Nohabía toro de las fincas lindantes que cruzase la guarda- rraya que el Josco no le grabase en rojo sobre el costado, de una cornada certera, su rúbrica de toro padrote.

Cuando el cuerno plateado de la luna rasgaba el telón en sombras de la noche, oí al tío Leopo decir al Jincho: —Marcelo, mañana me traes el toro americano que le compré a los Velilla para padrote; lo quiero para el cruce; hay quemejorar la crianza.
Y vi al Jincho luchar en su mente estrecha, recia y primitiva con una idea demasiado sangrante, demasiado dolorosa para ser realidad. Y tras una corta pausa musitó débilmente; como si la
16 voz se le quebrase en suspiros:
—Don Leopo, ¿y qué jacemos con el Josco?
—Pues lo enyugaremos para arrastre de caña, la zafra se
mete fuerte este año, y ese toro es duro y resistente.—Usté dispense, don Leopo, pero ese toro es padrote de
nación, es alebrestao, no sirve pa yugo.
Y descendió la escalera de caracol y por la enlunada veredita
se hundió en el mar de sombras del cañaveral. Sangrante, como si le hubieran clavado un estoque en mitad del corazón.
Al otro día por el portalón blanco que une los caminos de las fincas lindantes, vi al Jincho traer atado a una soga unenorme toro blanco. Los cuernos cortos, la poderosa testa mapeada en sepia. La dilatada y espaciosa nariz taladrada por una argolla de hierro. El Jincho venía como empujado, lentamente, como con ganas de nunca llegar, por la veredita de los guayabales.
Y de súbito se oyó un mugido potente y agudo por las mayas de la colindancia de los Cocos, que hizo retumbar las rejoyas del San Lorenzo y losriscos del Farallón. Un relámpago cárdeno de alegría iluminó la faz macilenta del Jincho.
Era el grito de guerra del Josco, el reto para jugarse en puñales de cuernos la supremacía del padronazgo. Empezó a mover la testa en forma pendular. Tiró furiosas cornadas al suelo, trayéndose en el filo de las astas tierra y pasto. Alucinado, lanzó cabezadas frontales al aire, como luchando con una sombra.El Jincho en la loma, junto a la casa, aguantó al toro blanco. El Josco ensayó un tranco ligero, hasta penetrar en la veredita. Se detuvo un momento. Remolineó ágil y comenzó a estoquear los pequeños guayabos que bordean la veredita. La testa coronada se le enguirnaldó de ramas, flores silvestres y bejucales. Venía lento, taimado, con un bramar repetido y monótono. Alargaba
la cabeza, y el bramarculminaba en un mugido largo y de clari- nada. Raspó la tierra con las bifurcadas pezuñas hasta levantar al cielo polvaredas de oro. Avanzó un poco. Luego quedó inmóvil, hierático, tenso. En los belfos negros y gomosos la baba se le espumaba en burbujas de plata. Así permaneció un rato. Dobló
la cerviz, el hocico pegado al ras del suelo, resoplando violenta- mente, como husmeando una huella...
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